Nos comemos los tóxicos de los envases???
Es uno de los temores más recurrentes cuando se habla de seguridad alimentaria: los “químicos” –ese concepto que abarca prácticamente todo y que da tanto miedo a algunos– que pueden pasar del envase a la comida. Un reciente artículo de OCU –Organización de Consumidores y Usuarios– lanzaba la pregunta al aire con la consiguiente dosis de advertencia sea cual sea la respuesta: ¿nos comemos los tóxicos de los envases? La buena noticia es que en general podemos estar tranquilos con nuestros tuppers, botes y demás, pero es cierto que merece la pena aclarar algunas ideas sobre la migración entre envases y alimentos.
Existe una lista de 1.500 sustancias que pueden pasar de los envases a la comida y que han sido analizadas y autorizadas por las autoridades. Así lo explica a OCU, Koni Grob, director científico de la Autoridad de Control de Alimentos de Zurich (Suiza). Aunque el dato suena tranquilizador, en realidad la lista de componentes que pueden tener este efecto es 100 veces mayor, recuerdan.
Algo que abre las puertas a otro de los grandes temores: la toxicidad acumulada. Es decir, las pequeñas dosis que podrían llegar a los alimentos son inocuas, pero se desconocen los efectos de la suma a lo largo de los años y hay quienes incluso lo relacionan con el aumento de probabilidades de padecer cáncer o problemas de infertilidad.
Atención al uso del recipiente
Explicado así da bastante miedo. ¿Es para echarse a temblar?, le preguntamos a Lluis Riera, de la empresa de seguridad alimentaria SAIA. Ni mucho menos, nos asegura antes de enumerar todos los matices que este tipo de alarmismos muchas veces pasan por alto.
“Es verdad que los materiales en contacto con los alimentos pueden migrar compuestos químicos hacia el alimento, pero de entrada no tienen que ser necesariamente tóxicos”, explica.
Además, en principio, cualquier tipo de recipiente destinado a entrar en contacto con los alimentos debe pasar por unos controles de migración específicos para el uso que va a tener, de ahí que sea importante leer bien la información y saber si ese envase para congelar también sirve, por ejemplo, para calentar.
¿Plástico o cristal?
Pese a la mala fama que suele tener el plástico –tanto si hablamos de tupers como sobre todo de botellas–, según Riera los controles sobre los envases de este material son tan fiables como los de cualquier otro, por lo que, de nuevo, podemos estar tranquilos.
“El plástico a día de hoy es seguro, hemos de considerar que gracias a los controles de la EFSA (European Food Safety Authority) se detectó el problema de los BPA (Bisfenol A) y los disruptores endocrinos, y por eso hoy prácticamente todos los plásticos son libres de este componente”, señala.
Como siempre, un poco de contexto también ayuda a situar la gravedad real del problema. Hace 10 años –recuerda– las botellas de agua eran de PVC (un polímero con cloro que también tenía un grado de toxicidad) perohoy en día son de PET. Paradójicamente, las tuberías que transportan el agua a los hogares son de PVC.
En cualquier caso, es verdad que el cristal siempre se perfila como una alternativa menos problemática o que genera menos dudas. Efectivamente, es uno de los mejores materiales inertes que prácticamente no tiene transferencia al alimento, pero, atención, el peligro de que se rompa y pequeños trozos acaben mezclados con la comida hace que su uso en restauración no sea recomendable.
A la hora de calentar
Los alimentos más grasos –una salsa, por ejemplo– son los más propensos cuando se produce esta transferencia desde el recipiente. El contacto directo y el tiempo de exposición también son factores a tener en cuenta, igual que el calentamiento de la comida en el propio envase.
Eso no significa –otra de esas ideas extendidas– que calentar la comida dentro de un recipiente de plástico en el microondas, por ejemplo, sea peligroso o tóxico. De nuevo, hay que atenerse a lo que dicen los organismos que regulan este tipo de productos, recuerda desde SAIA y, si es apto para calentar, no hay ningún problema.
Lo importante es que el consumidor tenga claro que “cuando se encuentra un mínimo riesgo para la salud se actúa”, recuerda Lluis Riera. Así que, frente al clásico alarmismo y miedos cuando se habla de plásticos y tóxicos, parece que podemos estar tranquilos.
Via La Vanguardia